Susana Ruan dice que lleva varios años sin apenas hacer otra cosa que estudiar. Es consecuencia directa de su sueño: ser médico. La asturiana es hija de padres chinos que se han dedicado a la venta ambulante, a restaurantes, a bazares y a almacenes mayoristas. Durante la adolescencia, ayudaba en la tienda de sus padres aunque ella trataba de escaquearse. A pesar de considerarse perezosa, siempre se ha tomado muy en serio sus estudios y ha tenido una muy buena relación con tutores y profesores.
Durante Bachillerato, estos estaban entusiasmados al ver el ahínco con el que Susana estudiaba en la tienda, y uno de ellos se ofreció a hablar con sus padres para que le dejaran más tiempo libre y que Susana pudiera sacar la nota de corte suficiente para acceder a Medicina. Sería en el último año de instituto cuando Susana más disgustos se llevaría y cuando más sus maestros le ayudarían: ante los graves problemas económicos de la familia, motivados por los múltiples negocios emprendidos por su padre, su madre intentó convencer a Susana para que entrara en el mercado laboral y dejara los estudios. Con la mirada puesta en Selectividad, Susana finalmente pudo graduarse, con el apoyo de los docentes. Durante sus estudios universitarios, también se pasaba las vacaciones trabajando en los negocios familiares, y solía suspender los exámenes que se programaban a continuación de ese período.

El ámbito en el que se mueve Susana, la medicina, sin embargo, no está exento de incidentes racistas. Una vez, el padre de un alumno de otro curso, al darse cuenta de la presencia de Susana, preguntó: «¿Y estos extranjeros que vienen a hacer el MIR? ¿A qué vienen? ¿Optan a cupo?». En otra ocasión, su compañero la llamó «la china» delante de toda la clase. Susana me cuenta que se enfadó y pensó: «Tú vas a ser médico. La inmigración forma parte de España. Deberías al menos tener empatía o respeto. Yo me he aprendido tu nombre. Apréndete el mío. Ni siquiera tengo un nombre chino. Me llamo Susana».