“He visto que gente de mi generación ha abierto varios negocios: zapaterías, bazares… Mi hermano ha abierto un bazar y le va bien. Cuenta con el apoyo y el soporte económico de mis padres. Del círculo de mi hermano, muchos han tenido éxito”, relata Mónica Su Guo. “Pero yo no”, matiza. Mónica, aunque regenta una tienda de fundas de móviles que “va bien”, no se considera una exitosa empresaria.
Los medios de comunicación han alimentado la idea de que los jóvenes chinos son todos grandes y exitosos emprendedores. Así sugieren titulares como: “Los ‘chiñoles’ vuelven a la tierra de sus padres en busca de oportunidades”; “El Buda Feliz: ‘chiñoles’ que abren restaurantes por ‘hobby’”, “De niños friegaplatos a grandes empresarios” o “De vender comida china en la tienda de sus padres a intentar curar el cáncer”.
No obstante, Gladys Nieto duda de que esa sea la realidad mayoritaria de los jóvenes de origen chino. En Emprendedores y jóvenes sobradamente preparados. Reflexiones acerca de la investigación sobre chinos de ultramar en España (2015), especificaba que su objetivo principal consistía en “reflexionar sobre ciertas narrativas –que se producen como parte de un discurso experto, de medios de comunicación o instituciones públicas/privadas– que destacan a través de las generaciones el valor del emprendimiento, el éxito, la resiliencia y el capital cultural, en detrimento de experiencias y recorridos biográficos que se desvían de este modelo».
De acuerdo a Nieto, no es generalizable dentro del colectivo la imagen de los jóvenes chinos de ultramar como emprendedores «triunfantes y sobradamente preparados». En su investigación, iniciada en 2012 en Usera, el distrito de mayor concentración de población china en Madrid, pudo comprobar cómo las trayectorias de muchos jóvenes se distanciaban bastante de esta percepción.
A la académica le resulta interesante la cuestión de la movilidad social: “¿Por qué razón para los inmigrantes chinos no parece algo fácil?”. Efectivamente, muchos, cuando son mayores, deciden seguir trabajando en el nicho étnico de sus padres.
Nieto insiste en que, en general, la segunda generación se sigue viendo muy estereotipada, como empresarios con un capital social muy amplio, “pero esa no es parte de la realidad de muchos de los jóvenes”, y alude a, por ejemplo, la dificultad que algunos tienen en las labores de traducción e interpretación en que apoyan a sus padres en determinados ámbitos. Antonio Liu Yang, precisamente, es una de esas excepciones destacables: no hay tantos casos de personas que, como a él, les haya salido tan bien jugar a la baza de la integración.


Chenta Tsai y Julio Hu citan el bamboo ceiling, término acuñado en 2005 por Jane Hyun en Breaking the Bamboo Ceiling: Career Strategies for Asians, y que, de modo análogo al techo de cristal en el caso de las mujeres, hace referencia al conjunto de factores, procesos y barreras que excluyen a los asiáticos de los puestos de poder y les impide avanzar socialmente, como el racismo o estereotipos sobre la falta de habilidades de liderazgo o de comunicación. Según estadísticas gubernamentales, los asiático-americanos son los que menos posibilidades tienen de ser ascendidos a posiciones jerárquicamente superiores en una compañía, en comparación a los afroamericanos, hispanos, y mujeres, a pesar de tener el mejor expediente académico.
Para Chenta, el techo de bambú no se debería aplicar solo para describir entornos empresariales, sino que sería generalizable a todo el sistema. El joven artista detecta “muchos espacios» a los que no se le permite acceder, y determina que “para ellos somos una amenaza”. El influencer expresa su aflicción respecto a lo que le ha tocado a su generación, un “cuestionamiento” a la posición, aún, de servidumbre frente a los blancos. Chenta tiene la esperanza de ver, antes de morir, la rotura del techo de bambú.