Chenta Tsai es uno de los pocos rostros asiáticos visibles del movimiento antirracista. Además de participar en SOS Racismo, es activista del colectivo de asiáticodescendientes Oryza. En él, se encuentra muy cómodo en comparación a otros colectivos militantes, porque considera que “la lucha antirracista sigue siendo muy militar” dado que predominan los hombres cis heteronormativos. El joven de origen taiwanés denuncia que estos se olvidan de los “autocuidados” y de que los reclamos no son posibles «sin un cuerpo con el que luchar». Para la reportera Susana Ye, que elaboró Chiñoles y bananas en 2016, Chenta, que se hizo famoso bajo el nombre de Putochinomaricón un año después, le parece una figura interesante y necesaria, y un vértice más de la reflexión identitaria que los jóvenes de la diáspora china, colectivamente, están empezando.
En esa línea, la alicanchina admira la labor de activismo antirracista de los españoles afrodescendientes, pero señala que estos tienen “un trabajo previo mucho más maduro”, dado que la relación entre España y África ha sido de una naturaleza totalmente distinta, marcada por la colonización. En comparación, Asia en general y China en particular han sido siempre terrenos demasiado exóticos y ajenos. Con la mirada puesta en la comunidad afroespañola, Ye señala la anécdota que comparte con la periodista española de origen guineano Lucía Mbomio, cuando esta le sugirió hacer un hilo en Twitter con periodistas de origen asiático, de la misma forma que ella había hecho con referentes negros de la televisión. Las dificultades que Ye tendría para realizar ese hilo demuestran que la comunidad de origen chino aún no está lo suficientemente consolidada, y admite que “la emigración china no es la mayoritaria y está en nuestro propio proceso de maduración como sociedad saber qué historias queremos contar primero”.
Empezaré por la que fue la primera Roxane Dupri ( también figura como Dupré), presentó un programa que se emitió entre 1976 y 1981 titulado “625 líneas. También fue actriz y modelo. pic.twitter.com/OLLEIO5d5i
— Lucía (@luciambomio) 28 de febrero de 2019
Además, Ye destaca que los jóvenes chinos están alzando la voz, están más formados e integrados que sus progenitores, y hablan perfectamente el idioma: “La comunidad china se está levantando”, dictamina, acerca de la manifestación, que tacha de “histórica”, de los chinos en Madrid, ante el bloqueo masivo de cuentas bancarias por parte de BBVA. “Los primeros llegados no controlaban el idioma, no podían contradecir”, explica la periodista, pensando, también, en sus propios padres.
Como dice Chenta, «es privilegio» poder controlar cómo se es representado. Según el activista, las personas racializadas no lo tienen. En esa línea, Ye decidió grabar el documental de Chiñoles y bananas: para dejar hablar a los protagonistas, harta de que en los medios de comunicación siga vigente la visión extremista de las dos Chinas; una China fascinante, milenaria, rica culturalmente, anclada en un pasado idealizado, contra la China que hay en España, contada de manera negativa y paternalista a partir de los escándalos de la mafia y otros tópicos con poca variedad.
La propia periodista no recordaba con claridad del año exacto en que realizó el documental: 2016. «Parece que es viejo y que lo realicé hace más tiempo porque los cambios se están acelerando. El dique de contención se ha roto”, señala. Una de las entrevistadas en el documental, la profesora de la Universidad Autónoma de Madrid y directora del Instituto Confucio de la capital, Gladys Nieto, tampoco era consciente en ese momento de que los jóvenes de origen chino iban a movilizarse e intentar seguir conquistando espacios en solo un par de años: “Por los nombres que suenan, es un movimiento muy ligado a lo artístico y al activismo. Es muy interesante”. Se refiere a eventos como el de 我们, 我们 wŏmen wŏmen I Encuentro de la Diáspora China en España, realizado en Matadero Madrid el 30 y el 31 de marzo, por parte de los colectivos Oryza, Catàrsia, Liwai y Tusanaje-秘从中来. En el comunicado de Facebook que emitieron conjuntamente bajo el nombre de Red de Diáspora China, afirmaron que aunque la colaboración con instituciones y asociaciones para promover la cultura china era habitual, «siempre quedaba un objetivo pendiente y vital: el de compartir experiencias, el de narrar nuestras diferentes perspectivas bajo un paraguas común».

Posteriormente al encuentro, algunas de las y los asistentes reflexionaron en las redes sociales sobre lo que habían vivido durante las jornadas.
“Todos estos resultados fueron muestra del tiempo que necesitábamos, de nosotres para nosotres, desde el corazón y nuestros cuerpos”, explicaron, desde la Red de Diáspora China, después de un primer día de jornadas limitado a un público exclusivo de origen chino y un segundo día abierto a todas y todos en que las discusiones planteadas sobre apropiación cultural y representación en la industria de la televisión, el cine, y el teatro intentaron derribar los estereotipos que sufren tanto los migrantes chinos, por la visión “amenazante”, según Gladys Nieto, de China, que aún hay a nivel social, “de imperios que se enfrentan”, como de sus hijos y descendientes.
Para Antonio Liu Yang, uno de los participantes en el debate sobre la apropiación cultural, moderado por Chenta Tsai, del I Encuentro de la Diáspora China, parte de los tópicos y estereotipos resisten porque la comunidad china misma no ha querido frenarlos y no se ha comunicado lo suficiente. Para él, ser puente es una responsabilidad; ser didácticos, pedagógicos, y aclarar malentendidos, como hace en sus clases de formación intercultural. Pero si bien los primeros llegados no lo podían hacer, constreñidos tanto física como mentalmente a los espacios de bazares y restaurantes donde llevaban a cabo largas jornadas laborales, y aprendían los fundamentos más básicos del idioma y los términos comerciales suficientes para ganarse la vida, sus hijos e hijas sí que lo pueden hacer, o intentar. Algunos crecieron en ‘chinos’ y de mayores abrieron sus propios ‘chinos’. Otros se dedican al entretenimiento, a la academia, a la medicina, al arte o a cualquier otro ámbito, pero siguen arrastrando el peso de ser cuerpos leídos chinos y leídos extranjeros. Hoy intentan demostrar que “ser chino” no impide acceder a determinados espacios, o denuncian que no debería ser así.
