Run Xin Zhou solo ha ido una vez a China. Nació en Alicante, visitó la tierra de sus padres (Wenzhou, Zhejiang) a los 3 años, y desde entonces, no ha vuelto a ir por razones económicas. Este año, había planeado visitar el reino del centro con su hermana mayor, pero finalmente no pudo. Sus hermanos, hombres, sí que se trasladaron unos años a China, por el “machismo” de su padre “que quería que los chicos vivieran en China y las chicas en España”. La joven artista no se siente identificada con España, pero no le queda ningún recuerdo del lugar que pisó con tan corta edad, y mira hacia ahí, en la distancia, con curiosidad y melancolía.
Sus padres son dos de entre los más de 20.000 chinos que residen en la Comunitat Valenciana, aproximadamente el 10% de la población procedente del país asiático que vive en territorio nacional, más de 200.000 personas según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). En el área metropolitana, Valencia alberga a más de 10.000, procedentes en su mayoría de las provincias del sudeste de China, Zhejiang y Fujian, al sur de Shanghái, que llegaron a finales de los años 80 y principios de los 90 en tres oleadas migratorias, como explica el director del Instituto Confucio en Valencia, Vicent Andreu, en un artículo de eldiario.es.
En la ciudad de Valencia hay empadronadas exactamente 7.119 personas de nacionalidad china, cifra que ha aumentado sin interrupción en los últimos años con un equilibrio aproximado entre hombres y mujeres, una edad media de 30,8 años, y de las que 1.354 han nacido en España. Es la tercera comunidad de nacionalidad extranjera más numerosa, solo por detrás de la rumana e italiana, si atendemos a los últimos datos disponibles a 1 de enero de 2018 del Padrón Municipal de Habitantes de la ciudad de Valencia, publicados en el monográfico de información estadística “Población de nacionalidad extranjera”.





Por su parte, la comunidad china en la región de Madrid también ha crecido sin interrupción, casi duplicándose en los últimos diez años el número de habitantes chinos. De los 33.489 que había en 2008 se ha pasado a los 59.757 en 2018, según el INE. De acuerdo a datos del ayuntamiento, la capital alberga a 38.547, cuya cuarta parte vive en el barrio de Usera, objeto de estudio de Gladys Nieto, investigadora sobre la comunidad china en la Universidad Autónoma de Madrid, y donde ha entrevistado a numerosos jóvenes hijos de migrantes chinos.
Nostalgia
Una de las cosas que Nieto más le llamó la atención durante su trabajo de campo en Usera fue la nostalgia con la que muchos jóvenes miraban hacia su infancia en China, como “si fuera un sitio añorado, que les daba una libertad que aquí no tenían”. La Yue Fu que tuvo que emigrar a los 14 años desde Qingtian hasta Vic se habría sentido identificada: “Yo vivía en mi mundo interior, en mi mundo chino. Vivía en mi memoria, recreaba mi infancia desde los 0 a los 14 años en China”. A día de hoy, con 26 años, una gran parte de Yue “sigue viviendo en el mundo chino”, porque aunque ya no quiera volver a Qingtian, reside en Madrid rodeada de su familia, novio y amigos chinos, utiliza las redes sociales propias del país asiático, y solo lee la información de actualidad producida allí.
Antonio Liu Yang, que como Yue nació en China, admite que sus padres no miraban de manera tan nostálgica, pero sí que hacían enormes esfuerzos para seguir vinculados a la cultura y el idioma de su tierra natal. Durante las décadas de 1980 y 1990, en que no existían Wechat o Weibo, las redes sociales que hoy Yue acostumbra utilizar para mantenerse conectada al “mundo chino”, los padres de Antonio leían el periódico chino que llegaba por correo postal, desde Francia, con retraso de semanas. A pesar de las noticias anticuadas, a la familia de Antonio le daba tanta pena desecharlo que guardaban los ejemplares, cosían el lomo, ponían la fecha y los archivaban. Otros inmigrantes chinos de Xàbia acudían al restaurante de Antonio, buscando algo que poder leer escrito en un idioma que añoraban.