El hecho de que sus padres tuvieran un restaurante ha significado para Mónica Su la integración en un mismo espacio de la vida laboral y la vida personal. «La fusión de ambas facetas implica que cuando, por ejemplo, tu padre te regaña, no sabes si lo hace por algo que has hecho mal en el trabajo o fuera de él», apunta.
Los padres de Mónica emigraron primero a Holanda y después a España. Enseñaron a sus hijos a manejar la caja, atender llamadas de teléfono, y anotar pedidos desde la corta edad de 13 años. Mónica comía y cenaba en el restaurante, integrando el tiempo de ocio en el negocio que tenían establecido en Xátiva, en una rotonda conocida como «la rotonda de los chinos», y que ha hecho que Mónica tuviera que oír, más de una vez, que la señalaban despectivamente como «la china de la rotonda».
Esas no son las únicas veces en que se ha enfrentado a comentarios racistas. Recuerda con especial claridad un episodio que le ocurrió de pequeña, cuando su compañero de clase le dijo: «Eres una inútil porque eres china». Mónica se recuerda llorando desconsoladamente, gritando: «No quiero ser china. Quiero ser normal, como vosotros. Quiero ser blanca». Su profesor intentó consolarla: «Ser china, ser diferente, es bonito». Hoy, se muestra muy crítica con cómo los medios de comunicación representan a las personas chinas ligadas a las mafias y a los negocios de drogas o marihuana, también por una «visión clasista», y denuncia un «trato desigual» en las sedes de algunas administraciones públicas.
Después de finalizar sus estudios en Ciencias Políticas por la Universitat de València, Mónica tuvo bastantes dudas sobre qué hacer a continuación. Después de meses sin trabajar ni estudiar, siguió ayudando a sus padres en el restaurante y, finalmente, estos le ayudaron a establecer una tienda de fundas de móviles. Con ellos, Mónica considera que tiene «una relación cordial». «Hay respeto e intento comunicarme, sobre todo con mi madre. Con mi padre no. Con él hablo primordialmente de negocios», admite.