A Elena Wang Wu le han preguntado muchas veces si se siente más china o más valenciana, y nunca sabe qué responder. Aunque ha nacido y crecido aquí, sigue sintiendo que, por su cara, jamás se podrá considerar totalmente española. Así lo siente también su padre, cuando se enteró de que BBVA había bloqueado miles de cuentas bancarias de ciudadanos chinos asentados en España, incluso de aquellos que habían nacido en el Estado español y tenían la nacionalidad. «Da igual cuánto tiempo estemos aquí, para ellos seguiremos siendo extranjeros«, le dijo a su hija.

Los españoles de origen chino también habían sufrido el bloqueo de su cuenta bancaria, así que, en ese aspecto, poco importa si Elena finalmente decide cambiar su nacionalidad china por la española, necesaria para la obtención de becas y para ejercer cargos públicos. Elena piensa también en la posibilidad de encontrar un trabajo en China y asentarse en el país de sus padres. Como un third culture kid, no tiene problemas en cruzar el océano, hablar otros idiomas, y explorar culturas cercanas y lejanas. Quizá por eso, a sus 22 años, se va a graduar en Traducción e interpretación de inglés, francés y chino por la Universitat de València. Después de las clases, ayuda a sus padres en el restaurante que tienen en Cheste. Así lo ha hecho desde los 11 años.
Si algo tiene claro es que los idiomas son fluidos, y si no se practican, se olvidan. Por eso, se siente a menudo lost in translation, sobre todo cuando sus padres le hablan en el dialecto de Wenzhou, su ciudad originaria, y que ella no comprende del todo, teniendo que recurrir, en ocasiones, a su hermana mayor, que puede traducir para ella y para su hermano pequeño. Elena, entonces, contesta a sus padres en chino mandarín, idioma que rechazó de pequeña pero que ha recuperado con los años. No obstante, ni ella misma está segura de cuál fue su primera lengua, dado que hasta los 3 años fue cuidada por una familia española en Utiel. Tiempo después, estuvo en China y al volver a Valencia casi había olvidado el español.
Para Elena fue especialmente importante su visita a Hong Kong, la gran ciudad internacional, donde pudo hablar seriamente, por primera vez, con su tío y otros familiares, y notó una conexión más profunda. Con una sonrisa, Elena me explica que se pusieron al día, y que ahora intentan mantener el contacto.
Es familia. Y en China, la sangre pesa.
